De no producirse un cambio en el modelo actual de producción agropecuaria, América Latina podría convertirse en el principal proveedor de agua y alimentos del mundo en 2050.
Producir suficientes alimentos para la población mundial dentro de 30 años no será posible bajo el mismo esquema de producción actual. (Foto CIAT/SciDev)
Una investigación publicada en Nature Sustainability, que evaluó el impacto socioeconómico del cambio climático en el suelo, el consumo de agua y el comercio de alimentos en distintos escenarios para mediados de siglo concluye que producir alimentos para todos será una meta alcanzable, pero a un alto costo.
Según las simulaciones usadas en la investigación, lograr alimentar a toda la población dentro de 30 años, preservando a la vez el agua disponible y bajo el impacto del cambio climático, implicará reducir 30 por ciento de las áreas irrigadas actualmente, relocalizar cultivos hacia las regiones más productivas y con mayor disponibilidad de lluvia, en especial América Latina e islas del Pacífico.
También será necesario incrementar el comercio interregional de productos agrícolas, previéndose que el 70 por ciento de ese comercio provenga de exportaciones alimentarias realizadas desde países de América Latina.
Para aprovechar el agua de lluvia, la frontera agrícola deberá extenderse y avanzar sobre bosques y áreas naturales, con el consiguiente impacto en la biodiversidad y la generación de cambios socioeconómicos derivados del comercio, viéndose más perjudicados los países con escasa protección jurídica ambiental.
Nuestra investigación analiza el nexo entre el flujo de agua, alimentos, comercio, uso de la tierra y ambiente para 2050, bajo el cambio global, dice a SciDev.Net Amandine Pastor, del Instituto de Investigación para el Desarrollo en Montpellier, Francia. “Hallamos que duplicar la producción de alimentos requeriría expandir las área agrícolas en 100 millones de hectáreas y triplicar el comercio”.
Pastor aclara que su investigación no se propone recomendar la reasignación de la producción futura de alimentos a América Latina, y que los bosques deberían ser las últimas áreas en convertirse en zonas de cultivo.
“Estos resultados son producto del modelo global denominado Globiom, que se emplea para evaluar la competencia por el uso de la tierra entre la agricultura, la bioenergía y la silvicultura. Queremos que los responsables de las políticas tomen conciencia de cuáles serían las posibles consecuencias del aumento de la demanda de alimentos en todo el mundo. Si no se toma ninguna acción, este es un resultado probable”, afirma Pastor, también vinculada a la Universidad de Lisboa, Portugal.
Para lograr una producción global sustentable “será necesario aumentar la eficiencia en la producción de alimentos, reducir la carne en las dietas humanas, promover la agricultura local y urbana, y reducir el desperdicio de alimentos”, subraya.
“Pedimos a los responsables de la formulación de políticas que controlen la explotación de sus recursos nacionales, especialmente en América Latina”, enfatiza Pastor. Y comenta que tesoros como el Amazonas ─reservorio de la mayor biodiversidad en la Tierra para los ecosistemas acuáticos y terrestres─, deben ser protegidos.
Walter Pengue, especialista en economía ecológica de la Universidad Nacional de General Sarmiento, que no participó de la investigación, advierte que modelizar un proceso a treinta años con información tecnológica actual puede conducir a errores.
“No se tienen en cuenta, en profundidad, tres variables relevantes: el papel del cambio científico-tecnológico en la agricultura, los efectos de la llegada de nuevas miradas sobre la producción, como la agroecología ─ como nuevo sistema productivo sustentable en todos sus aspectos─ y en especial el cambio de pautas de consumo de la población”, sostiene.
“El ‘mundo desarrollado’ busca garantizarse recursos para su propio desarrollo, extrapolando costos u externalidades. ‘Ahorra tierra', es un lema cada vez más ecologista mientras que el mundo en desarrollo suma, año a año, más hectáreas para satisfacer las demandas globales”, añade.
“Esta agricultura y la base de recursos con que se lleva, ya no soporta más. Se deben comprender los enormes costos globales, incorporando las externalidades , lo que cambia el paradigma de análisis”, sostiene.
El especialista, integrante de la Plataforma Intergubernamental de Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos (IPBES), agrega que sería mucho más productivo promover sistemas locales y regionales de producción y consumo, fortalecer las redes y llegar con biomasa donde ésta no se produce en calidad y cantidad. “Pero el problema es otro, y tienen a la complejidad del sistema agroalimentario como un todo”.
Sobre la posibilidad de que en el futuro buena parte del abastecimiento de agua, suelo y alimentos pueda provenir de territorios ubicados en América Latina, Pengue destaca que “en el caso de Argentina, el riesgo es doble puesto que no queda tierra arable disponible, salvo que esta expansión se produzca sobre el bosque nativo. Por otro lado, la fuerte extracción de nutrientes, genera un ‘vaciamiento’ de los recursos”, advierte.
Para Victor Pochat, presidente del Instituto Argentino de Recursos Hídricos, “Brasil y Argentina son los países que podrían verse más impactados, debido a su gran extensión, cantidad de precipitaciones y posibilidades de producir grandes volúmenes de alimentos”.
"En el afán de aumentar la producción estamos utilizando el riego no sólo donde es imprescindible sino para generar más rendimientos, [además] empleamos excesivamente fertilizantes y agroquímicos; erosionamos las capas fértiles y contaminamos napas y cursos de agua”, comenta a SciDev.Net.
Pochat sostiene que todos los países deben buscar el modo de aumentar la eficiencia en el uso de los recursos, dentro de su propio territorio, implementando regulaciones destinadas a evitar la deforestación y preservar agua y suelo, por ejemplo, reglamentando el riego por aspersión para que se use el agua estrictamente necesaria.
“Si no queremos matar a la gallina de los huevos de oro, tenemos que actuar ya”, sintetiza.
Los científicos consideran que tesoros como el Amazonas son reservorios de la biodiversidad en la Tierra y ayudan a conservar los ecosistemas acuáticos y terrestres. Por lo tanto deben protegerse de la expansión agrícola.(Foto G.I.)